
"¡Qué perezosos pies, qué entretenidos
pasos lleva la muerte por mis daños!
El camino me alargan los engaños,
y en mí se escandalizan los perdidos.
Mis ojos no se dan por entendidos;
y por descaminar mis desengaños,
me disimulan la verdad los años
y les guardan el sueño a los sentidos.
Del vientre a la prisión vine en naciendo;
de la prisión iré al sepulcro amando,
y siempre en el sepulcro estaré ardiendo.
Cuantos plazos la muerte me va dando,
prolijidades son que va creciendo,
porque no acabe de morir penando."
Simplemente... ¡Quevedo!
ResponderEliminarSaludos,
Juan Pablo L. Torrillas
Así es, Juan Pablo: simplemente, el gran Francisco de Quevedo; simplemente, otro soneto legado para nuestro asombro, deleite, regocijo.
ResponderEliminar¡Muchas gracias por seguir el blog! Saludos para ti también.