Los dedos suenan puros,
polifonía asombrosa,
suma de voces tan diversas si se aplican,
hasta veinte,
hasta cuarenta en el amor florido.
¿Quién pensó en el silencio?
Aunque parezcan reservados
los dedos no son mudos:
saben emocionar callando lo superfluo,
aire de fondo que acaricia,
como la buena música.
Publicado en el nº 83 de la revista cultural "Turia" (junio-octubre de 2007).
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