hecho a la medida del corazón.
Aquí, a tu lado, siento
el fervor de las cúpulas, el aire
blasonado, el pálpito tranquilo
de la piedra.
Catedral florecida de mis sueños.
¡Cuánta vida en el alma!
Si descorremos juntos el velo del pasado
un golpe de sangre reconstruye
aquel milagro nuestro de querernos.
Dulce pan de amor, eucaristía
del beso, comulgado boca a boca,
perdidos en nosotros, confundidos
niños gloriosos en pecado.
Por el tiempo, venían
los agrios heraldos de la guerra,
coronados de mirtos.
¿A dónde, a dónde
romperían sus bronces, despojándose
de la pesada carga?
Les seguíamos
con nuestro amor. A veces,
confundido el azorado vuelo
de las palabras, que, urgentes, prometían
tanto amor.
Sobre el salobre estío,
tú y yo.
Mas el hombre no entiende
la extraña conjunción de las estrellas,
y se encuentra, de pronto, desterrado
del torreado paraíso.
Una mano de viento
arranca las almenas y se pierde
entre las ruinas.
Nos buscábamos,
almas partidas, por sendas paralelas,
pero lejanas.
(Fueron
días sin cuerpo, noches
tan llenas de silencio,
que el corazón se oía
vacilante en el árbol
sin encontrar su eco.)
Gastamos juventud sufridamente,
con paciencia y amor. De nuestra historia,
los hijos en el tiempo,
y esta flotante soledad conjunta.
Nos miramos. Te miro. Densa, lenta
pronunciación:
"¡Esposa mía, esposa!"
digo y el corazón se invade
de resignado azul.
Sobre el recuerdo,
solos tú y yo, inmensamente,
únicos."

(Foto: Retrato del poeta burgalés, aunque afincado en León, Victoriano Crémer, nacido en 1907 y fallecido el 27 de junio de 2009, a los 102 años de edad.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario