
Como ocurre en las historias por entregas de fuste, aquí la segunda parte se antoja tan excelente como la primera, profundizando además en la total significación del ciclo. Si dos años atrás Mil millones de tuberías vino a abrir las ventanas de la literatura española para los más jóvenes, Aventuras en espiral (Mil millones de tuberías 2) no sólo pervive en la magia de ese aire fresco conquistado: también se apunta el tanto libérrimo de abordar -para el público infantil y juvenil, insisto- una reflexión nada esquiva sobre el poder, sobre quienes lo desean a cualquier precio, aunque ese precio consista en el fraude compulsivo y sistemático, y en una hipnosis colectiva basada en la manipulación de las conciencias. Buena nota habremos de tomar por estos lares -tan acostumbrados a la desvergüenza mediática si se trata de rendir pleitesía a los poderes fácticos- del grado de compromiso con la dignidad, con la decencia social, alcanzado en Mil millones de tuberías 2 por la escritura del madrileño (aunque nacido en Estocolmo en 1976) Diego Arboleda, que en muy pocos años ha demostrado hallarse en el grupo de cabeza de la mejor literatura juvenil en castellano.
Arboleda ha vuelto a contar aquí con el apoyo de la prestigiosa Editorial Anaya, y con la colaboración del sensacional ilustrador Raúl Sagospe, fundamental en términos artísticos, pues ambos se encuentran en un estado tal de inspiración conjunta que, ciertamente, cuesta imaginar tándem más afinado en estas lides. El hecho de que Aventuras en espiral incida en los ambientes y personajes ya presentados en la entrega anterior -aunque con la inclusión de una linda niña sumamente interesante para M, niño-héroe de nuevo- concede a escritor e ilustrador una mayor holgura -una festiva holgura, se diría- en sus dinámicas de imbricación idiomática, hasta el punto de darse cabida en la obra, con toda coherencia argumental, a elementos como el cómic o incluso el juego de mesa.
Entretenido a más no poder por lo que cuenta y por cómo se cuenta, Aventuras en espiral, con su delirante reino de tuberías donde el color verde logra dinamitar la hegemonía de los azules metálicos, vuelve a poner a esta ingeniosa serie sobre las huellas del verdadero buen libro de ficción, sean cuales sean sus destinatarios: aquel que hace de su dimensión simbólica un espacio para la emoción compartida.