Rafael Soler |
"Querido diario
querido truhán que cómodo aguardas
mi desazón primera
querido soplagaitas satinado
queridísimo cabrón de tapas impolutas
con una horca dentro
dos líneas tan sólo
que pronto serán cuatro
para decirte en veinte más
que aún desconozco tus horarios
tu forma de vestir las quemaduras
y el nombre de quien tus sueños llena
con una cinta malva
y que si terco en tu mudez persistes
y a salvo dejas el témpano de padre
la comezón de saberte por un nueve encarcelado
cualquier indicio que hable del corazón del otro
callaré como tú
y nada contaré si no me cuentas."
Observar la sutil evolución de la poética de Rafael Soler (Valencia, 1947) constituye uno de los ejercicios más interesantes a los que cabe entregarse en el contexto de la mejor poesía española actual. La aparición, a comienzos del presente año 2014, de Ácido almíbar (Ediciones Vitruvio, Colección "Baños del Carmen", nº 414) posibilita ahora entender cabalmente, tras el regreso que -en términos editoriales- supusiera en 2009 Maneras de volver, un discurso que apostó por la sistemática conjunción del "yo" y el "nosotros" en el excelente volumen de 2011 titulado Las cartas que debía. Al respecto, Ácido almíbar profundiza en dicha experiencia pero haciendo saltar por los aires cualquier inercia de método, pues aquí la pluralidad del sujeto lírico no ambiciona componer una resultante polifonía sino establecer una suerte de juego de espejos, alteridades incluidas, capaz de enriquecer un solo trayecto vital desde su inicio ("ahora que alzándote de nalgas / a un vacío sin fin te precipitan") hasta su conclusión ("áfono en mi sartén / con quince huesos quedo"). El virtuosismo de la propuesta se hace especialmente notorio en la tercera de las siete secciones del libro; notorio y, si se me apura, de todo punto idiomático, pues "Retrato de dos para ninguno", al ir urdiendo el amor de una vida gracias a la doble mirada del hombre y la mujer, seguiría las huellas de algunos hitos novelísticos de nuestro versátil autor, como El grito o El corazón del lobo.
Sin duda, Rafael Soler es el poeta español que ha asumido de manera más explícita el legado genial de César Vallejo ("no es el dolor de este gramófono / cantando bajo palio / somático el desdén de mi chaleco"), circunstancia muy significativa en esta obra, y todavía más notable si se tiene en cuenta la promoción de autores a la que, por edad, podría adscribírsele en el reciente devenir de nuestras letras. Si a esa tensión verbal continua, con sus libérrimas asociaciones y sus feraces juegos de palabras, se le suma una bien entendida narratividad, sin concesiones al prosaísmo, y, sobre todo, una vehemencia en la expresión siempre al servicio del proverbial compromiso ético del poeta ("lánzate escúchate atrévete / cuando enciendan la luz / y justo a tiempo empiece el infinito"), cabe esperar -y así se ha dado- el advenimiento de trabajos tan valiosos como este Ácido almíbar, cuya segura y amplia difusión se hallará en proporción directa a sus incesantes y bien definidos logros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario