Ediciones Rilke, Colección Poesía, nº 1, 2010.
EL ESPEJO MADURO DE LA MUERTELo diré de entrada y sin titubeos: con
Ana Frank no puede ver la luna Pablo Méndez (Madrid, 1975) ha cuajado una obra grande; tanto que, el día de mañana, su análisis resultará fundamental para entender la evolución creativa de su autor. Así lo afirmo porque, ante todo, considero muy necesario tomar conciencia de que el jovencísimo escritor que en 1994 asombró con la negra frescura de
Una flecha hacia la nada se ha ido convirtiendo, libro a libro, en un poeta tan completo como profundo, de lo cual este
Ana Frank... es testimonio inmejorable. Ni el merecido éxito de una obra prácticamente inaugural, ni tampoco una posterior trayectoria donde la creación ha tenido que convivir con un incansable, fructífero y reconocido trabajo en el campo de la edición, debe hacernos olvidar que la obra poética de Pablo Méndez ha ido marcando significativos jalones en los últimos tres lustros, hasta llegar a este libro emocionante, incluso estremecedor, donde cada gesto lírico, como nunca antes en el quehacer de Pablo, nace no ya de la derrota de antemano, de la conciencia de fracaso inevitable, sino de la lacerante indefensión de las personas ante su destino idéntico.
No es casual que uno de los segmentos más notables del citado poemario de 1994
Una flecha hacia la nada se titulase ya "La muerte entre las manos". Porque la muerte, de manera explícita o implícita, es el tema central de
Ana Frank no puede ver la luna, y sólo en torno a ella cabe postular una variedad de asuntos que resulte coherente con la intimidad del sujeto lírico, cuya experiencia ha hecho de él, a partes iguales, un desengañado irredento, sí –"no hay sabio / que pretenda declamar / otra lección", dice en el fúnebre y tremendo texto titulado "Amarguras de agenda"-, pero también el sabio que aprovecha y apura los instantes felices de la vida –como los preciosos, vibrantes poemas "Razón de cada día" y el propio "Ana Frank no puede ver la luna" que da título a la obra ponen bien de manifiesto-. Quizá de tal contraste provenga la radical emoción que transmite este libro, singularmente su primera parte, "Gato viudo", donde, a mi juicio, Pablo Méndez reúne el mejor puñado de poemas, el más desgarrador y extraordinario, que haya escrito y publicado hasta ahora.

El segundo segmento de la obra, "París, Estación", profundiza en un elemento discursivo apuntado ya en "Gato viudo", y del cual el libro de 2006
Alcalá Blues había constituido una singular aportación: el retrato de personajes en clave lírica pero en compás narrativo, por expresarlo con términos musicales. Seguramente por ello las piezas de "París, Estación" toman el definitivo molde del poema en prosa, deparando de tal modo una fluidez simbólica donde escritores como Azorín, Neruda, Blasco Ibáñez o Machado se convierten en sucesivas metáforas del dolor existencial a su paso por la capital de Francia, esa ciudad de belleza y magia inmarcesibles, ese París que, obviamente, aquí aporta la necesaria definición de lo eterno. Con toda lógica, pues, el libro presenta una tercera y última parte, una "Pequeña estación abandonada" –tal es su título- donde el verso se despoja de elementos accesorios por efímeros para encontrar en la definición de treinta vocablos la esencia perdurable de lo humano, luminosa y terrible al mismo tiempo. "Corazón del frío / que aún late", dice Pablo de la soledad, y, en efecto, así acierta a dejarnos: solos, solos y ateridos, ante la indescifrable puerta última del ser.
Si la misión del sujeto lírico es revelarnos la verdad profunda de las cosas,
Ana Frank no puede ver la luna supone la más arriesgada aventura literaria que Pablo Méndez se ha atrevido a emprender: representándose como espejo de la muerte, y reflejando a su vez en nosotros su madura mirada, el poeta, a través de la sencillez discursiva, la transparencia metafórica, la libertad formal y el tono melancólico que le son habituales, consigue que lo existente se nos haga preciso, pulcro, insobornable en su fugacidad. E, indudablemente, semejante extremo lo reserva únicamente la poesía a sus mejores logros.
El poemario "Ana Frank no puede ver la luna", de Pablo Méndez, será presentado el próximo viernes 26 de febrero, a las 20 hrs., en el Pub "Castellana 210" de Madrid, con la presencia del autor del libro y de su editor, Javier Pérez-Ayala.