
Ya a finales de 2008 tuve ocasión de elogiar el trabajo conjunto de
Diego Arboleda y
Eugenia Ábalos, pareja en las artes y en la vida: entonces el escritor madrileño, aunque venido al mundo en Estocolmo, y la ilustradora argentina, nacida en Mendoza, acababan de ganar el Primer Premio, dentro de la Modalidad Infantil, en la XI Edición del
Certamen de Cuentos Ilustrados "Diputación de Badajoz", con el precioso trabajo titulado
Tic-tac. Buen momento es ahora para recordar que, sólo dos años más tarde de aquel éxito, Diego y Eugenia reverdecieron laureles en tierras de Extremadura, al obtener igualmente el
Primer Premio, pero esta vez dentro de la
Modalidad de Adultos, en la
XIII Edición -la de 2010- del citado concurso pacense.
Cuentos de la mala nieve es la nueva joya labrada al alimón por mis queridos amigos, habiendo visto la luz, en el caso de Diego, en plena efervescencia de la serie juvenil
Mil millones de tuberías, cuyos dos volúmenes -hasta la fecha- he comentado aquí con muy merecido detalle, y en el caso de Eugenia, en pleno abrazo de su hermoso estilo con ciertos hitos de la literatura clásica.
Desde su mismo y sorprendente título,
Cuentos de la mala nieve ha venido a confirmarnos ese gusto por lo insólito que preside la narrativa de Diego Arboleda, acentuándose en estas páginas -habida cuenta del público adulto al que se dirigen- la dimensión oscura de lo inexplicable. "Hay una mala nieve que, cuando cae, nos perturba y nos lleva a hacer cosas que de otra forma no haríamos", se dice muy oportunamente en la contraportada del libro; mala nieve que incluso empuja al crimen, quizá con la turbia esperanza de romper la enervante quietud, ese tiempo blanco y detenido del que cabe esperar cualquier cosa dada su irrealidad flagrante. Y así, estos diez
Cuentos de la mala nieve desarrollan una ingeniosa y paradójica negrura, cuya extraordinaria peculiaridad se desborda hasta la estructura misma de la colección, tan extraña como eficaz: idénticas necesidades argumentales propician que la tercera de las historias -"En Navidad se rompió el lago"- presente la mayor longitud y el mayor trabajo estilístico, y que las seis restantes -atención a "Dos dibujos" y "Un testigo"- sean "Copos" que abrochen la primera de las dos secciones de la obra en el final de la obra misma, en un alarde constructivo más que notable.
La labor de Eugenia Ábalos en este rico e inusitado universo descansa en un subrayado sutil, muy medido de la acción, siempre atento a trascender lo obvio para entregar desnuda la emoción inherente a cada historia. Su bien conocida sensibilidad contribuye a hacer de
Cuentos de la mala nieve una lectura irrepetible, promisoria, sorprendente. No se la pierdan.